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ESPIRITUALIDAD COMO HERRAMIENTA DE SALUD

Como parte del ciclo de mujeres que sanan, os traigo a una gran amiga llamada Amina, con quien he tenido la oportunidad de vivir y viajar y de quien he aprendido mucho respecto a la espiritualidad llevada a la vida práctica. Ella es una de las personas que me han inspirado a través de su recta conducta y por ello le estoy muy agradecida. Con ella entendí el verdadero significado de la tolerancia, comprendí la importancia de la espiritualidad como base para una sociedad sana física y mentalmente y lo importante de la vida simple y en comunidad. Esta entrevista es solo un breve vistazo a un mundo muy profundo y lleno de significado como es el sufismo y su cosmovisión. Sin embargo, creo que solo en esta gota encontraréis alivio e inspiración. Gracias Amina, por compartir tu sentir y pensar.

 

¿Qué es el sufismo para ti?

 

He crecido en una familia sufí y siempre fue algo muy natural. Aún ahora se me hace complicado intelectualizarlo en una explicación exacta. El sufismo es un camino espiritual, dentro del Islam, y que busca reconectarnos con nuestra esencia, con nuestro origen, a base de despojarnos de todas nuestras capas y máscaras bajo las cuales nos ocultamos. Para mí es una guía espiritual muy necesaria en una sociedad que ha desoído completamente esta dimensión de nuestro ser y de la existencia misma. Un camino que puede ayudar a reequilibrarnos para alcanzar una paz interior, un sentimiento de ir por buen camino y de discernir lo verdaderamente importante en la vida.

 

¿Qué diferencias encuentras en la vida de tu comunidad y la vida de las personas que no siguen ninguna fe religiosa? ¿Qué te aporta a ti nivel personal?

 

Creo que hoy en día hay enormes diferencias entre comunidades religiosas, ya sean de la misma o de diferente religión. En esta comunidad lo que puede destacar es que es muy abierta y muy unida. Es muy único hoy en día tener una comunidad, el pertenecer a un grupo que ofrece algo parecido a lo que antes vivían las tribus, que acepta las diferencias individuales y donde la gente se cuida entre sí sin esperar nada a cambio. La comunidad une a gente que sigue un mismo camino. Un camino en el que no hay competencia y en el que la mirada se vuelve hacia dentro, hacia mejorar nuestro propio carácter a través de buenos hábitos.

 

Has estudiado mucho, has viajado por el mundo y finalmente has vuelto a tus raíces. ¿Cómo es tu vida ahora y qué te ha motivado a volver a vivir con la comunidad Sufí en la que creciste?

 

Crecí en el campo, cerca de un pueblo muy pequeño y sentía una gran necesidad de conocer el mundo, de separarme de todo lo conocido y ver qué había más allá. Con los años el mundo deja de ser tan misterioso y las rutinas, la familia y la comunidad ganan importancia. Al ser padres decidimos que éste sería un buen lugar donde crecer como familia, en un entorno más seguro, en contacto con la naturaleza, rodeados de gente muy diversa y con inquietudes similares. La espiritualidad está muy viva aquí y se siente más protegido de la vorágine globalizadora. Nunca pensé volver al lugar de mi infancia, de donde salí con tantas ganas, pero tras un año aquí lo sentimos como un acierto. Se respira paz y confianza en el devenir.

 

Siempre me ha sorprendido cómo la vida en tu comunidad de alguna manera representa valores  a los que muchas personas aspiramos, como la propia vida comunitaria, la autogestión de la salud y la alimentación saludable. ¿Cómo se conecta esto con vuestra espiritualidad? ¿Es algo espontáneo que surge o es el resultado de alguna enseñanza proveniente del sufismo?

 

Para mí siempre ha estado unido. Creo que la espiritualidad es la gran olvidada de la sociedad moderna y si se retoma el contacto con ella hay un empuje muy fuerte de equilibrar todos los aspectos de nuestra vida, empezando desde el interior. En el sufismo hay muchas enseñanzas que guían hacia hábitos de vida saludables y que engloban todos los detalles de la vida, desde el poner conciencia en cada movimiento que hacemos, hasta tener buena relación con los vecinos. Es muy completo aunque no siempre fácil de llevar a cabo, ya que nuestros egos y el consumismo que nos rodea nos llevan en dirección contraria. Por eso pertenecer a una comunidad lo hace más fácil. La gente que nos rodea sirve de inspiración y ayuda a ver los resultados de las buenas prácticas (y a la inversa también).

 

¿Cómo crees tú que la espiritualidad puede ayudarnos a mantenernos saludables?

 

Entiendo la salud como algo holístico y, por tanto, para tener salud debemos atender a todas nuestras dimensiones, incluida la espiritual. Y yendo más allá, si seguimos un camino espiritual con enseñanzas completas y vivas, tendremos una guía con respecto a cómo cuidar todos los aspectos de nuestra salud. En la historia del sufismo, sus grandes maestros han ofrecido muchísimos consejos sobre salud mental, física y espiritual. Hoy en día tenemos cierta saturación de recomendaciones de organismos especializados y que tienden a ser bastante cambiantes. Por ello mucha gente se vuelve hacia el conocimiento oriental, que pese a no ser tan científico, es más estable, más respetuoso con el cuerpo y, sobre todo, más espiritual. No se trata de despreciar nada si no de reequilibrar para alcanzar una salud que englobe tanto a lo físico, como a lo mental y lo espiritual.

 

¿Crees que la falta de una espiritualidad activa en nuestra sociedad puede estar detrás de muchos problemas sociales que vivimos hoy en día?

 

La espiritualidad ayuda a poner distancia con el impulso consumista de nuestro sistema económico de crecimiento ilimitado. Nos acerca a una felicidad más real, a un sentimiento de agradecimiento por lo que tenemos gracias a que nos ayuda a estar en contacto con nuestra realidad interna. En lugar de escapar a base de distracciones, volcamos la mirada hacia dentro para hacer las paces con nuestra realidad, con nuestra verdad. Muchos de los problemas de nuestra sociedad parten de estados de inconsciencia por estar desvinculados de nuestro interior y por actuar en base a automatismos. La práctica espiritual nos guía hacia una forma de pensar sana, evitando juicios y críticas; hacia una forma de relacionarnos sana, con escucha activa y apoyo mutuo; hacia una forma de vivir en sociedad en la que la equidad y la fe deben ser el pilar de la sociedad. Sin duda la falta de espiritualidad es una enfermedad de la sociedad moderna y recuperarla es un gran paso hacia una salud interior que se traduzca en una sociedad más sana.