
Lo que comemos influye cada aspecto de nuestra salud y nuestro sistema hormonal no es la excepción. Tenemos más de 200 hormonas en el cuerpo que influyen nuestro metabolismo, digestión, estrés, estado de ánimo y por supuesto nuestra salud sexual y reproductiva.
Cuando las hormonas se desequilibran esto puede dar lugar a muchos problemas. En la mujer esto puede afectar todas nuestras etapas vitales, desde problemas con el ciclo menstrual, hasta problemas con la fertilidad y finalmente una difícil transición hacia la menopausia.
Tu ciclo menstrual como aliado
Las hormonas son mensajeros químicos que impulsan el ciclo menstrual y el metabolismo. El ciclo menstrual representa uno de los muchos ritmos fisiológicos esenciales para la vida. Junto con el latido del corazón y el ciclo diario de sueño. Todos estos ritmos también interactúan entre sí por lo que un desequilibrio hormonal puede afectar a diferentes sistemas del cuerpo. Puede alterar nuestro estado de ánimo, nuestro peso, el equilibrio de azúcar en sangre, entre muchos otros.
Recuerda también que tu ciclo menstrual puede ser tu alerta más temprana sobre cualquier desequilibrio hormonal que tengas. La infertilidad, los "problemas de la regla" como el SPM, los períodos abundantes y dolorosos, y las migrañas pueden ser los primeros signos de que tus hormonas están desequilibradas. Las fluctuaciones repentinas de peso o los cambios en los niveles de energía también podrían indicar un desequilibrio hormonal.
¿Cómo aquello que comes termina influyendo tus hormonas?
El funcionamiento hormonal es un sistema muy complejo que puede verse afectado por distintas perturbaciones externas a través de la dieta, toxinas ambientales y el estrés. Una dieta baja en nutrientes, rica de comida rápida, procesada, contaminada con pesticidas, baja en fibra, calentada en microondas y almacenada en recipientes de plástico no va a proporcionar los nutrientes necesarios para un buen funcionamiento hormonal. Y no solo eso, sino que además va a llevar al cuerpo hacia un grado de inflamación crónica, un deterioro del microbioma intestinal y finalmente a un desequilibrio hormonal como ocurre con el exceso de estrógenos, lo cual está detrás de problemas tan comunes como dolores menstruales y el SPM.
El gluten
Alimentos que contienen gluten pueden llegar a ser muy problemáticos para la salud hormonal femenina y pese a que no hay muchos estudios sobre la relación con la salud femenina, a nivel clínico se observa una alta correlación entre enfermedades autoinmunes como la celiaquía y la endometriosis. En un estudio que se realizó con 200 mujeres se concluyó que tras 12 meses de dieta sin gluten se produjo una disminución significativa del dolor producido por la endometriosis. El gluten se encuentra en el trigo, la espelta, el centeno, la cebada y la avena, sin embargo el más problemático suele ser el trigo. Para muchas mujeres, el trigo puede influir en la regularidad de su período y puede ser una causa que contribuye a las migrañas premenstruales. Se estima que el trigo es importante para la salud femenina en por lo menos una de cada diez mujeres. Para algunas, el problema puede no ser el gluten en absoluto, sino más bien otros componente del trigo como los FODMAPS, los cuales son carbohidratos de cadena corta que son mal absorbidos en el intestino delgado. Si no puedes absorberlos adecuadamente, se fermentan en el intestino delgado y causan inflamación.
Los lácteos
Otro alimento bastante problemático para nuestra salud hormonal son los lácteos industriales ultraprocesados, los cuales junto con el trigo son los que presentan mayores inconvenientes. El problema principal tiene que ver con una proteína llamada caseína. Para algunas personas, la caseína A1 es inflamatoria porque, al igual que el gluten, estimula al sistema inmune para generar citocinas inflamatorias. Los lácteos, principalmente los provenientes de ganadería intensiva, contienen además estrógenos naturales que en altas concentraciones se han asociado con mayores riesgos de cáncer de mama, útero y ovario.
¿Cómo tratas a tu hígado?
Otro factor es la salud hepática. Un hígado sobrecargado no puede conjugar y excretar estrógenos eficientemente, y por lo tanto eliminarlos de la sangre. El hígado puede estar sobrecargado por el consumo de aditivos artificiales en la dieta, conservantes, colorantes, ácidos grasos trans- y oxidados, drogas, alcohol y las muchas toxinas producidas por la candidiasis. Una excesiva ingesta de alimentos también supondrá una carga para el hígado. Si los estrógenos no se desintoxican adecuadamente en el hígado, se acumulan en las formas más tóxicas vinculadas al cáncer de mama y endometrio.
¿Y a tu intestino?
La disbiosis intestinal, o un desequilibrio de la microflora intestinal, también puede contribuir al dominio del estrógeno. El crecimiento excesivo de las cándidas por ejemplo aumenta los niveles de la enzima beta-glucuronidasa, que separa el estrógeno del ácido glucurónico, impidiendo su excreción y permitiendo su reabsorción. Esto da como resultado un exceso de estrógeno.
Disruptores endocrinos
Finalmente y quizá lo más importante es la ingestión de xenoestrógenos o disruptores endocrinos. Estos son contaminantes externos sintéticos similares a los estrógenos, que son cada vez más difícil de evitar. Se trata de hormonas ubicuas que se inyectan en el ganado para aumentar la producción de leche o incrementar la masa corporal magra. También se encuentran en los medicamentos utilizados para la fertilidad, la píldora, los estrógenos naturales que se encuentran en los productos lácteos, la lixiviación de los envases de plástico y la envoltura en alimentos para microondas. Otras fuentes importantes son la contaminación del agua y de todo lo que comemos por sustancias químicas artificiales. El agua del grifo se ha convertido en una fuente significativa de estrógenos, debido al alto número de personas que toman terapia hormonal y a la dificultad que tienen las plantas de tratamiento de eliminar totalmente estos residuos.
Lo que puedes hacer
Por tanto si quieres cuidar tu salud hormonal, la primera línea de trabajo debe ser evitar tanto como sea posible, cualquier cosa que favorezca la inflamación y por tanto sobreactive el sistema inmunológico. Lo más importante es dejar de fumar, gestionar mejor el estrés, incorporar el ejercicio en tu vida, dormir suficiente, cuidar tu microbioma intestinal insalubre, reducir tu exposición a toxinas ambientales y minimizar al máximo los alimentos inflamatorios como el trigo, los lácteos y el alcohol.
Si quieres ampliar más información sobre este tema, escucha el primer episodio de mi podcast Con.ciencia de Mujer.