
“La enfermedad es un estado que indica que el individuo, en su conciencia, ha dejado de estar en orden o armonía. Esta pérdida del equilibrio interno se manifiesta en el cuerpo en forma de síntoma. El síntoma es, pues, señal y portador de información, ya que con su aparición interrumpe el ritmo de nuestra vida y nos obliga a estar pendientes de él… El síntoma es, pues, el aviso de que algo falta”
Del libro “la enfermedad como camino”
El significado simbólico de la enfermedad en nuestra vida es un tema realmente apasionante. A mí personalmente me hace preguntarme lo siguiente: ¿Por qué algunas personas se autoboicotean cuando necesitan trabajar por su salud, mientras para otras la enfermedad es como una gran chispa de cambio que las transforma?. Estoy segura que conocéis a alguien que encaja en cada uno de estos extremos.
La razón del autoboicot
Para explicar estos fenómenos existen muchas teorías. Yo empezaré por hablaros del reverso sicológico. Según esta teoría, la persona no consigue curarse porque tiene una razón, consciente o inconsciente para no sanar, pues su enfermedad le proporciona determinadas ventajas, aun cuando el precio que paga es muy alto. Así, mientras el consciente le puede llevar a buscar ayuda, su inconsciente hará todo lo posible por boicotear este proceso. Entre los beneficios que se cree puede aportar una enfermedad se incluyen: sentirse atendida y cuidada, evadir enfrentarse a una situación o persona tóxica, miedo a la soledad, miedo a cambiar de vida, entre muchas otras. Y aunque parezca contradictorio, muchas veces el dolor de la enfermedad puede ser más soportable que tener que enfrentarse a aquellas heridas profundas que intentamos esconder.
Reconciliarnos con la enfermedad
Aunque esta teoría describe lo que le ocurre a algunas personas, el hecho de estar desconectadas de la sabiduría y enseñanza que nos trae la enfermedad, es algo fácilmente generalizable a todas nosotras. Todas de un modo u otro necesitamos aprender una nueva forma de entender la enfermedad. Yo os sugiero verla como una invitación a la transformación que debe comenzar por un deseo genuino de sanar. De no ser así, cualquier tratamiento que se empiece está condenado al fracaso. Del mismo modo, necesitamos entender que la aparición repentina y muchas veces brusca de cualquier síntoma (con todas las limitaciones que esto impone), nos está mostrando de forma muy clara aquello que necesitamos cambiar en nuestra vida. La enfermedad tiene de este modo un propósito y sentido para nuestro bienestar total, ya que nos da una valiosa información simbólica de lo que necesitamos en ese momento.
El lenguaje de los síntomas se caracteriza por tener una sinceridad muy difícil de soportar. Nadie en nuestro entorno se atrevería a decirnos la verdad tan crudamente como nos la dicen siempre los síntomas. No es de extrañar que aveces decidamos darles la espalda. Sin embargo, la magia de los síntomas es tal, que aunque cerremos temporalmente los ojos, ellos seguirán allí o se transformarán si es necesario, hasta que les prestemos la suficiente atención. Son muchas las lecciones que nos traen los síntomas, entre ellas están: la necesidad de parar, descansar y darnos ese cuidado que hemos estado posponiendo o ignorando. No obstante, también nos pueden invitar a activarnos y a aportar con nuestro trabajo al bienestar común. Los dos extremos pueden provocar enfermedad.
Autenticidad y disolución del ego
Otra característica de la enfermedad es que nos hace sinceras y auténticas, deshaciendo todos los sesgos y restituyendo nuestro centro de equilibrio. La enfermedad desinfla al ego, nos hace abandonar las pretensiones de poder, destruye muchas ilusiones y sobre todo cuestiona nuestra forma de vida. Esta sinceridad posee su propia hermosura que se refleja cuando estamos enfermas. No se trata entonces de buscar soluciones rápidas para enmascarar los síntomas, sino de ver la enfermedad como una crisis que exige evolución y que nos conduce a zonas nuevas, desconocidas y no vividas. Si comprendemos consciente y voluntariamente este llamamiento, comenzará un proceso de adquirir coherencia entre lo que pensamos, lo que necesitamos, lo que sentimos y finalmente lo que hacemos. Por esta razón no es de extrañar que para muchas personas la experiencia de la enfermedad sea un punto de inflexión a partir del cual reexaminan y transforman sus actitudes y modo de vida.
Toques de atención
Tampoco podemos olvidar que mucho antes de que aparezcan los síntomas, habremos tenido distintos toques de atención que, o bien hemos pasado por alto, o simplemente los hemos ignorado. Esto es así porque antes de que un problema se manifieste en el cuerpo como síntoma, se anunciará en la mente como tema, idea, deseo o fantasía. Luego se puede manifestar como fatiga o como un estado de ánimo bajo, hasta que finalmente aparecerá el gran síntoma que no nos dejará seguir. Esto es importante destacarlo, porque demuestra cómo nuestra guía intuitiva siempre nos avisa cuando hay una fuga de poder en el cuerpo. Por eso cuanto más abiertas y receptivas seamos a estos mensajes del inconsciente y cuanto más dispuestas estemos a actuar bajo esta guía, mejor conservaremos nuestra salud.
Trascender
La curación por tanto es cuestión de tomar conciencia, no de la enfermedad, sino de la fuerza vital que nos hemos negado a abrazar. El objetivo de tomar conciencia tampoco es burlar a la muerte ni hacerse inmune a la enfermedad, sino ser capaz de afrontar todos y cada uno de los cambios de la vida y el cuerpo sin miedo, tratando solamente de asimilar el mensaje de la verdad contenido en ellos. Tomar conciencia significa también cambiar las reglas según las cuales vivimos y las creencias que conservamos.
Esta es la diferencia entre combatir y transmutar la enfermedad. La curación se produce exclusivamente desde una enfermedad que se transmuta incorporando lo que nos falta, nunca desde un síntoma derrotado. De este modo, la enfermedad no es un obstáculo que se cruza en el camino, sino que es en sí misma el camino por el debemos pasar para llegar a la curación. Cuanto más conscientemente contemples el camino, mejor y más frutos recogerás.
Por eso la siguiente vez que te enfermes hazte estas dos preguntas: «¿Qué me impide este síntoma?» y «¿Qué me impone este síntoma?», sus respuestas te revelarán el tema central que necesitas aprender.
REFERENCIAS
- Anatomía del Espíritu. Caroline Myss. Harmony Books. 1996
- La enfermedad como camino. Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke. Penguin Random House. Séptima edición. Julio 2016.